Agradecida

Ayer pasé por delante del portal de mis yayos, me acerqué al timbre para recordar momentos ya pasados y pude ver que todavía, 7 años después, sigue el nombre de mi yaya y de mi yayo escritos junto al 1º, como si fuera a tocar y, efectivamente, alguno de los dos fuera a abrirme la puerta.

Hubo un amago de inundación de lacrimales, pero los empujé hacia dentro diciéndoles que pensar en nuestros seres queridos no tiene que darnos pena si no alegría por todo lo que nos dieron, por los momentos inolvidables y felices que nos regalaron con sus presencias. 

Así que me fui de allí con una sonrisa en la boca, mirando al pasado y musitando un gracias yaya, gracias yayo por todo lo que me regalasteis. 

Y esta filosofía de vida me está acompañando en estos últimos tiempos, enfocando los duelos, las despedidas, como un lugar desde el que agradecer todas las emociones buenas, enseñanzas, ejemplos, acompañamientos y amor que me han ofrecido. 

Hace apenas 8 días volví de mi último viaje en caravana con mis padres. 

Decidimos que mi padre ya está demasiado mayor para conducir por el extranjero porque se pone muy nervioso y se confunde con el GPS que debería guiarlo. 

En esa decisión pensamos que ya no necesitábamos una caravana para seis personas y que mejor la vendíamos para comprar una más pequeña que pueda ser más manejable y rutera. 

Mientras pensaba en que cabía la posibilidad de que me tuviera que despedir de "Villapandita" (la caravana), volví a sentir un conato de pena trepando por mi esófago hasta mi garganta, pena que no abarcaba únicamente esa caja grande con camas y mesa dentro, si no esas vivencias visualizando a mis padres tumbados en la cama, o desayunando en la mesa, riendo con los niños o cantando mi padre alguna canción valenciana de su infancia. 

Y volví a escuchar a mi propia voz invitándome a celebrar todo lo vivido, a agradecer a la vida todas esas oportunidades de felicidad que me había brindado y a despedirlas con todo el afecto y amor del mundo que se merecen, no con pena.

Centrar nuestro pensamiento en todas las cosas positivas que nos han traído personas, lugares, compañeros de vida de otras especies, trabajos, conflictos, errores, decisiones y un largo etcétera de vivencias en nuestro camino, nos inunda de paz y tranquilidad, aleja la pena, el llanto y la nostalgia que en realidad son cuerdas con nudos marineros que nosotros mismos apretamos porque no queremos dejarles ir. 

Feliz con esta forma de vivir las despedidas. Agradecida. 


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