Y se abrió mi presa
Dan las seis sintonizo a los Stones, recuerdos del pelo largo. Viejos blues, queridísimo Eric Burdon….
Anoche, después de aquel episodio en el que se me cayeron vendas, pasamontañas, cegueras naturales y un sin fin de mentiras más que mi cerebro se había inventado, lo volví a ver.
Suerte que iba con mi chico y que este, sin saber nada de nada y de forma absolutamente instintiva pasó su brazo por mi cintura y me acercó a él, sintiéndome de ese modo parapetada ante el miedo que percutía mi corazón acelerado al saberlo a tan sólo unos pasos de mi.
Que me quería muerta me dijo.
Que ojalá me muriese.
Jamás alguien me había deseado la muerte, menos por mostrar un interés o nostalgia hacia su recuerdo que, claro está, andaba del todo idealizado y tremendamente equivocado.
Nos mantuvimos a pocos pasos unos 5 minutos que en mi estómago parecieron eternos. Y cuando mi chico me dijo que fuéramos hacía la otra parte del recinto de pronto sentí el alivio de un pantano cuando abre su presa.
Jamás he sentido odio hacia nadie, sé que él sí que lo siente por mi, es lo que tiene guardar una alma oscura entre pecho y espalda, como los fascistas que acumulan asesinados en las cunetas y de vez en cuando vuelven a mearles encima. De esta estirpe es el amigo, aunque se disfrace de punki de paraeta y rasgue con ímpetu su púa en las cuerdas de su bajo.
Dan las seis, sintonizo a los Stones, recuerdos del pelo largo. Viejos blues, queridísimo Eric Burdon…
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