Con el culo mas acojonadamente sexi

Vivo en una larga espera, en un pause continuo, en un onanismo perpetuo...y me canso.

Vivo sin visos de futuro próximo, ni siquiera aunque lo próximo fuera medianamente lejano, sin fechas, sin asignaturas troncales, ni optativas pendientes, sin objetivos que cumplir, ni recompensas que esperar.

Me pregunto si las golondrinas cuando asoman la cabeza por la entrada de su nido cada mañana y se lanzan al vacío para volar en círculos con sus hermanas y cantar al amanecer del sol naciente, piensan en el futuro o solo viven sin más, o solo viven sin menos.

Quisiera ser golondrina o tal vez salmón, que nada contra corriente, sin importarle una mierda tal esfuerzo para acabar muriendo entre agua dulce.

Quisiera no tener expectativas configuradas de lo que se espera de una relación. Que nadie hubiera cortado ya el patrón con la forma del vestido que me tengo que poner,  si o si. Que yo misma me permitiera vivir cuentos diferentes, distintos, con inconvenientes que difieran de los patrones preconfigurados, pero también con placeres y beneficios diferentes, que tal vez en los vestidos al por mayor, no consiguen ajustar a mis caderas, como ese que si soy valiente puedo hacer a mi medida.

¿Qué amor es este de lo quiero pronto y lo quiero ya? de recompensas continuas, de no hago cola ni para probarme ese jersey, de lo compro en un clic, lo veo en un plis y a otra cosa mariposa.

Creo que el problema que tengo es ser hija de este tiempo de cero sacrificios, de tener la vida tan fácil, tan a nivel, tan acomodada que, en cuanto se pone algo un pelín menos fácil, con subes y bajas y flato en cero coma, me pongo en alerta haciéndome tan gilipollas como si me viera acojonada por la salida de un león hambriento, del tubo del tobogán rojo frambuesa que hay delante de mi, mientras ando tumbada en una piscina de bolas de colores.

El pensamiento configura nuestro estado de ánimo y yo quiero ser positiva, que mi diálogo mudo sea cantarín y fije su mirada en esa luz que me hace verme tan bonita por las mañanas, tan dulce por las noches, aunque ande cansada, con el culo más acojonantemente sexi del mundo mundial aunque sea, tan subjetivamente subjetiva su apreciación, que me sonría cada vez que me quite los altavoces de mis orejas y le de al interruptor de la luz para entregarme al sueño y reciba el nuevo día como se merece, como se merecen, como me merezco.

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