Hasta cuando me dejará escuchar
¿Hasta cuándo podré ir a un patio de butacas y disfrutar de la voz de personas con un talento especial, para transmitir emociones y a su vez emocionarme con ellos?
¿Hasta cuándo a un concierto de rock, o de cantautor, o de jazz, o de flamenco para elevar mi piel a su máxima expresión?
Ignoro el tiempo que me va a dejar de tregua para disfrutar de ese, de los cinco, que tanto nos hace sentir.
No podemos imaginar cuánto se percibe a través de él hasta que nos empieza a fallar.
Donde más lo hecho en falta es en ese lugar relegado al máximo placer físico donde las respiraciones, jadeos y voces susurrantes construyen un ejército de activaciones que ni siquiera la vista , el tacto o el gusto pueden emular.
Todavía puedo escuchar a ese ejército en la lejanía, como si anduviera subiendo detrás de esa inmensa, majestuosa y frondosa montaña.
Pero se que hay montones de tácticas militares de ese peculiar ejército que me pierdo entre mi propia respiración agitada y la concentración de partes de mi cerebro en otros sentidos.
Me da por pensar que, pese a todo, soy una tía súper afortunada, pues casualmente desde niña mi mayor placer, mi mayor afición, mi mayor, largo, lejano, atemporal viaje lo hago a través de los libros y tengo la alegría alojada entre cada uno de mis dientes, al saber con certeza que esa voz interior que lee y habla con la voz de los personajes en mi cabeza, no habrá nervio auditivo jodido que me la quite.
Podré escuchar canciones, imaginar jadeos, leer labios de cerca e imaginarlos de lejos, podré hacer tantas cosas con esa capacidad cerebral, que pese a todo, no dejaré de escuchar a mi gente, escuchar a mis grupos de rock, escuchar a miles de personajes pululando por mi cabeza con descaro y el buen saber transmitir de cada uno de sus perfiles.
Estiraré, como un chicle de fresa o de lima limón, tanto como pueda, el captar de todas y cada una de las ondas que dispersadas por el viento, todavía sea capaz de descifrar.
Me dicen que, a día de hoy, el piar de los pájaros es probable que no lo oiga, pero yo presto concienzudamente atención y todavía algún piar efusivo, alegre e insistente lo recojo, con el convencimiento de que siempre habrá por los cielos algún pájaro singular que consiga adentrar su piar hasta lo más recóndito de mi cerebro.
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