Hasta siempre Labordeta
Tu voz todavía resuena en mis maltrechos nervios auditivos.
Sin embargo no preciso de altavoces que me amplíen tus palabras, ni siquiera preciso de haber conocido tu acento, ni tú tono de voz, para imaginarlo, para darle vida a través de las letras que de tu puño y letra penetran por mis retinas para escucharte.
He vivido contigo ese pasaje que a todos, imagino que de un modo u otro, se nos echa encima como proyección única de lo que ha sido nuestra vida, cuando nuestro cuerpo empieza a despedirse de este mundo queramos o no queramos.
He hecho de tus recuerdos de una infancia en la década de los cuarenta mis recuerdos de ese tiempo no vivido y he crecido contigo hasta esa juventud comprometida con la libertad y la democracia por la que tanto luchasteis.
Se me han suicidado lágrimas al escucharte triste y vencido con la plena lucidez, del que sabe que se va a la fuerza, aquel que apreciaba a conciencia la vida.
Y he necesitado verte, volverte a ver caminando por veredas de esta vieja península ibérica, como si el tiempo no hubiera pasado, como si todavía anduvieras por estos andurriales disfrutando de esas cosas simples tan valiosas.
A veces la muerte nos dispara a traición, a veces la vida se prolonga en aquellos que no saben valorarla y se suicida haciendo triples volteretas tan mortales como rápidas en aquellos que sabían saborearla y sacarle el jugo para alimentarse a sí mismos y a todo aquel que le anduviera cerca.
Te fuiste demasiado pronto Labordeta, aunque tus 75 tacos te hubieran teñido de gris la testa.
Hoy hubieras gritado desde la bancada del congreso muchos más "a la mierda", pero sea como fuere, realmente se te recordará por ese buen corazón que transmitiste y el recuerdo amable, que seguro, has dejado en tu gente.
Hasta siempre Jose Antonio, hasta siempre Labordeta.
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