La vida es una baraja de cartas

No es viable, no es viable, no es viable.

Me canto esta puta canción cuando mis intestinos tiran de mi hacia abajo, hacia ese precipicio insondable en que se ha convertido mi estómago.

Son la mierda de expectativas que se cuenta una, que se escribe una, como instrucciones seguras de uso, las que me lanzan en picado contra las cuerdas de no se qué arco, invisible pero bien tenso, que en el envite me manda a tomar viento, bien lejos de mi misma, bien lejos del lugar al que, con mi mierda de expectativas, osé soñar.

No es nada fácil sorprender, pero mucho menos si no están con la predisposición a ser sorprendidos.

La vida es una baraja de cartas y hoy me tocó la mano menos agraciada, esa con la que no ganas ni de coña.

Y trato de pintar de verde los claros oscuros que me lanza esta brocha gorda que no se quién puñetas maneja a voluntad sobre mi jeta.

Trato de mirar más allá de mi puta nariz. Mirar y contarme las cosas con otros matices que no sean esos, de discurso lento, sórdido y pesado como un cielo gris plomizo.

Trato de exorcizar mi mala hostia, que me pica como polluelo hambriento todas y cada una de mis terminaciones nerviosas y a ratos, sin infusiones, incienso ni valerianas lo consigo.

No se porqué las emociones fuertes se alojan en mi estómago, tanto las buenas como las menos buenas y son ellas las que me impulsan a teclear, garabatear, acercar mi aliento malsonante al negro sobre blanco de lo escrito.

Voy a pegar un trago de coherencia y a dejar de despotricar tanto por tan poco.

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