Los días que me faltan para olvidarle


No me ha quitado el sueño, ni el hambre. 

Sin embargo siento ganas de llorar cada vez que traigo a mi recuerdo su imagen.

Han pasado cuatro días y todavía no he podido hablar de lo sucedido con nadie que no sea mi madre, a la que le oculto mis terribles ganas de llorar, con la que utilizo el tono de humor para enfrentarme a este puto abismo al borde del que me encuentro.

De modo que no he podido expresar mi pena, ni mostrar mi llanto, ni encontrar otras interpretaciones para lo que me ha pasado, excepto las mías.


Estos tres días en el curro he tenido que sonreír como si dentro de mi no hubiera habido un cataclismo, un puto tsunami, un huracán de escala mil que me ha dejao sin un leve aliento al que agarrarme.

Y juro que había momentos en los que entraban compañeros por la puerta y cuando me bromeaban, preguntaban que qué tal o hablaban de que les despertó la tormenta, me daban ganas de ponerme a llorar y decirles ¡vete a la mierda con la puta broma!, estoy que no me encuentro dentro de los calcetines que llevo y que a mí no me despertó la tormenta de fuera, si no la que llevo dentro.

Pero he callado y sigo callando y necesito que pronto pueda encontrar a un buen amigo al que hacerle como a la Wikipedia o al guguel todas las preguntas que no dejo de hacerme, aunque él o ella, sean un servidor chino y no tengan las respuestas en el idioma que ando yo manteniendo esas eternas conversaciones interiores y cíclicas de sol y rabia.

A veces me sorprendo con la inútil y ridícula acción de observar su última hora de conexión y cuando lo veo en línea siento la descojonante sensación de quien estuviera leyendo un "hola", un "buenos días" o un "vete a la mierda gilipollas, te pillé"...y no obtengo respuesta, obviamente, ni la doy, cierro la puta pantallita hasta los minutos siguientes en que la vuelva a abrir, como si me hubiera convertido en una pobre yonquie de metadona y estuviera dándole la puta murga al pobre o a la pobre que le toca turno en la ventanilla, para que me diera otro chupito de esos que se beben de golpe, sin saborear, deleitarse o pararse a pensar qué hostias se está metiendo uno entre pecho y espalda.

Hace cuarenta minutos que me desperté. Juro que llevo bien el puto mono y solo lo he mirado una vez...menos mal que soy un ser racional y ya he empezado a contar los días que me faltan para olvidarle.

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