Luchadores por la libertad
Creo que estoy embarazada a perpetuidad, he engordado un kilo setecientos gramos y no dejo de emocionarme y llorar desde ayer cada vez que veo o leo algo que me toca ahí dentro, donde esperan, como en línea de salida, agazapadas a la espera del gong de rigor, mis emociones.
Ayer fue la serie de a dos metros bajo tierra que me estoy zampando a razón de dos capítulos por noche, antes de irme a dormir. Los diálogos no son banales, te hacen reflexionar de la hostia y ayer tocaron el tema de la vida y la muerte con especial fruición e intensidad y no pude evitar las lágrimas ahí sentada en el sillón, con mi casa a oscuras y un tremendo silencio en rededor de mi.
Hoy al levantarme ha sido el relato escrito de los tripulantes del Open Arms, de su dura odisea a bordo de ese barco, de lo grande que tienen el pecho estos socorristas, sanitarios, periodistas, marinos.
Del gran esfuerzo de inventiva del que tuvieron que echar mano durante esos diecinueve días para que la desesperación no subiera al mástil del barco y pusiera a ondear su bandera, del cansancio agotador que fue minando sus fuerzas hasta no poder más y con cierto sabor amargo en el día final, la explosión de alegría que, pese a la gran mierda flotante que impregna a este mundo humano, no hubo fascista que pudiera arrancar de ese barco y cómo al bajar la escalera, los diecinueve miembros de la tripulación que querían comunicarles juntos y mirando a los ojos a todos aquellos supervivientes que por fin iban a pisar tierra firme, no les dio tiempo a emitir ni una sola vocal o consonante porque en sus rostros, en sus miradas, en la comisura de sus labios debían llevar escrito el idioma universal que no precisa de intérpretes, de traductores, ni siquiera de aparato fonador y esos seres humanos empezaron a gritar de júbilo y alegría y a abrazarse a los tripulantes y a bailar sin más música que la del ritmo que marca la felicidad de saber que, pese a todo, aún mantienen la esperanza.
Lamín, un superviviente, quiso poner una canción en aquel barco dedicada a esos hombres y mujeres buenos que, pese a tener a Goliat azotándoles el mar para que les toque surcar las aguas con fuerte marejada no desisten, no decaen y les dedicó "Freedom fighters" luchadores de la libertad.
Más lagrimas sobre mi tazón de leche al que se ve que le faltaba una pizca de sal y a mi pensando, joder, porque tuve la menstruación hace tres días y porque no follo ni a la de tres, que si no entre mi kilo setecientos gramos de más y mi sensibilidad al borde de esa proa del barco del Open Arms, me da a mí por pensar que estoy preñá.
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