Me falta agua para hidratarla
Tengo mal cuerpo y ganas de vomitar.
Mi estómago se asemeja a una bolsa de mercadona, llena de agua, flácida y sin la consistencia suficiente para albergar tanta comedura de olla.
Ayer debía de haber sido en mi calendario particular una especie de día señalado, como cuando me penetraron por primera vez, me subí a un autobús en mi primera y única excursión de fin de curso o cuando me fui por mis boulins a Valencia y dejé a un alemán de unos cincuenta perforar mi piel con una aguja a motor y tinta.
Debería haber sido un día especial, pero fue un día de mierda.
Siento que, en algún momento de la historia comenzó la deriva de estos dos botes pequeños y enclenques representados en mi madre y esta que escribe.
Siento que el motor que nos aunó y mantenía nuestro rumbo a la par, fue la madre de mi madre y que mientras el rugir de su motor penetró por su cóclea no sintió la imperiosa necesidad de comenzar mi juicio.
No sé cómo podría hacerle entender que yo no puedo ser una réplica de ella, que mi personalidad es otra, que aún así hago esfuerzos para contentarla, que siempre los hice, que por más que le pese, la relación tan sumamente estrecha que vivió con su madre no puede conseguirla a imagen y semejanza en mí, porque ni yo soy ella, ni ella su madre.
Sin embargo, pese a que todos los argumentos racionales yacen como libros bajo mis brazos, no puedo evitar sentir esa enorme frustración de no ser quien a ella le hubiera gustado que fuera, de haberle fallado, de ser hija de segunda, tal vez de tercera división, porque juego en la cancha de la vida que a ella le hubiera gustado fuera de juego y mal.
Y no puedo volver a la vida a aquella que hizo de contrapeso en la balanza imaginaria que siempre fue mi suelo, no puedo rescatar la fuente de vida que ella fue para mí madre y a mí me falta agua para hidratarla.
Solitaria de caminos de tierra y hojas de papel en mi tacto.
Solitaria de voces ajenas y boca cerrada. Solitaria de cafés breves y ausente conversación interesante.
Ayer debería haber sido un día especial, en el que por fin derribé barreras que durante años me había autoimpuesto y lo que podría haber sido una celebración fue un día de difuntos.
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