Tenemos que hablar
Cuando el amor me cabía en la mano, no por pequeño si no por enormemente especial.
Tenemos que hablar...¿en cuántas películas reales y de ficción se nos encogen las meninges con tan solo pronunciar o escuchar la frasecita de marras?
Yo la he pronunciado hoy y es como si activara un botón dentro de mi, del tipo ¡mierda no hay vuelta atrás!.
Pero como el tipo del botón de Chernóbyl, había que intentarlo, aunque en el intento se fuera todo a la mierda como efectivamente se fue.
O todo o nada, o medias tintas para siempre y ni se colorea él, ni me coloreo yo.
¿Porqué nos da tanto miedo hablar?
Tal vez porque hablar y llegar a acuerdos comporta cambios y los cambios nos dan miedo, pero en el miedo una se estanca, como lo haría en una ciénaga y los miembros acaban entumeciéndose y puede llegar el día que aunque los saques ya no te sirvan para andar ni para sostenerte.
Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Pues hay que andar y salir de la ciénaga, aunque el refranero español se empeñe en hacernos querer vivir perpetuamente en el miedo, con aquello de más vale malo conocido que bueno por conocer.
Me niego a seguir anclada en lo malo conocido cuando puedo dar los pasos que me hagan salir de esa situación mala y me lleven hacia lo desconocido, porque en lo desconocido hay oportunidades y las oportunidades son aventuras nuevas, más piezas de lego para seguir construyéndome con piezas de todos los colores.
Si, también las de colores que no me gusten, pero son colores al fin.
Tenemos que hablar y te contaré que te sigo amando, que el mundo es infinitamente más bello a tu lado, pero que sola mi corazón se está agrietando como el suelo del desierto del Sáhara , de Namib, de Gobi o de Kalahari y que necesito más sonrisas para mi día a día.
Que las de mami están muy bien, pero a veces, solo a veces, también necesito hacer reír a la mujer que habita en mi.
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