Tengo una asesina metida entre pecho y espalda
Tengo una asesina metida entre pecho y espalda.
Cargada con un kalashnikov apunta y dispara a discreción contra todas sus palabras, por interesantes que sean, pues a sus oídos resultan repetitivas y crispantes.
Es la puta distancia que enajena mi mente, la psicopatiza, la desquicia, la viste de apatía de los pies a la cabeza y le marca como colofón un magnífico cinturón cargado de explosivos para auto inmolarse.
Que nuestro cerebro humano no está configurado para el amor a distancia, que las drogas endógenas te pegan un colocón de aquí hasta Lima, adornan la fiesta del amor con farolillos, bombones, olor a rosas y a jazmín, desatan tus manos en la distancia y nos regalan migajas del placer que deberíamos estar viviendo, pero es todo un enorme escenario de cartón piedra, que se ha montado tu cabeza, para sobrellevar esa enorme y basta línea imaginaria que atraviesa puertos de montaña, valles, llanuras y cauces de ríos insondables y encima el puto decorado tiene fecha de caducidad, pues tu camello de confianza en el cerebelo te dice que na nay de la china, que ya no te fía más y que vayas a pedir droga de esa a tu puta madre.
Y mi pobre madre, ni es puta, ni tiene manera humana de meterme en vena tanta "ina" alucinógena.
Así que aquí ando yo, con la primera leche con nescafé de la mañana pensando en mis "si, ajá, mmmm, ya,ah..." y demás monosílabos cortos y asépticos que te puedan echar a la cara en una conversación telefónica, sin ganas, con mala hostia hirviendo en el estómago e intentando que no se escuchara por mi boca, disimulando el hastío entre monosílabos y sueño, mucho, mucho, muchísimo sueño.
Pero no era el sueño (que también) el único culpable de esas ganas de colgar si no la mierda (un inciso, el corrector no quiere que ponga mierda y me la cambia el solito a mirada...no, no corrector, mierda, quería decir mierda) de distancia que desvirtúa el amor y te lo devuelve inapetente, soso, repetitivo, cíclico, como si no hubiera absolutamente nada más para arrancar tus emociones que las mismas palabras de siempre una y otra vez, una y otra vez como el largo y eterno día de la marmota.
Que no, que no estamos diseñados para sobrellevar este amor anoréxico sin volvernos asesinos de nuestros propios sentimientos sinceros, auténticos, valerosos y únicos en todo nuestro currículum vitae.
Que ni la más pacífica entre las pacíficas puede conseguir coronar la cima de su propia paciencia sin antes despeñarse ladera o barranco abajo.
Y aquí estoy yo, en caída libre y sin ganas de accionar el botón del paracaídas que me libre de tremenda hostia
Será que además de toda esta enajenación, soy masoca.
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