Un colmillo a medio milímetro de mi yugular

Siento como mi cabeza va acercándose inexorablemente hacia la boca abierta y las fauces tremendamente afiladas de esa hija de puta llamada muerte.

No voy a morir de golpe, lo voy a hacer poco a poco, desangrándome por cada una de las incisiones cortantes y profundas que van a ir desgajando mi piel, mis músculos, mi grasa como si de una maldita barra de pan recién horneado se tratara.

Siempre fue difícil, pero lo hacíamos fácil, porque todos sabemos que querer es poder y nosotros podíamos, joder, podíamos.

Pero las ganas de querer hace un tiempo que empezaron a marchar, que comenzaron a hacer sus maletas en sigilo, supongo que entre café y café.


Así, como quien no quiere la cosa, marchaban escaleras arriba con la excusa de ir a hacer un pis y en realidad se metían en la habitación con la puerta entornada y a pocos iban metiendo en la maleta su ropa interior, sus pañuelos, aquellas bermudas que tan buen culo nos hacían y algún que otro beso para llevarlo de recuerdo y en las noches de invierno poderlo sacar para recordarlo más de cerca.

Se la ineludible teoría de que todo tiene un principio pero también un jodido final, aunque por más que me se la teoría ver de cerca la tierra en la que he de volverme a desintegrar para volver a nacer me está matando y ahora mismo me ahogo en mi propio llanto con solo imaginar la bonita, pero ardúa tarea, de tener que volver a renacer algún día dentro de muchísimos días en otra tierra, en otra forma, bajo otro cielo, frente a otro mar, inhalando distinto aroma, distinto sabor, otras canciones arrancándose en mi garganta.

Me voy a hacer un puto master detrás de otro y voy a ser experta en desamores, en finales, en altos vuelos para quedarme siempre sin combustible porque me lo pula yo misma o porque abran en mi depósito con un destornillador o de un certero tiro, el boquete suficiente para que se vacíe y no pueda remontar el vuelo.

Ya tengo el colmillo a medio milímetro de mi yugular y siento el aliento de la muerte confundiéndose con el mío propio. Esta noche moriré desangrada abrazada entre risas a mis niños que entre juegos y risas notarán algo jodidamente triste en mi mirada.

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