Un micelio en el tobillo

Un micelio o una hifa se me ha quedado enganchado en uno de mis tobillos y anoche, al darme cuenta del estropicio caí al suelo sin remedio.

Cuando suspendí el perfil de Valenia sin cerrarlo definitivamente porque quería tiempo para recopilar todos mis escritos, decidí comprarme dos libretas súper bonitas para volver como en mis tiempos mozos a la escritura a boli y papel. 

Me di cuenta de que al escribir sobre el papel no conseguía imprimir el mismo tono de Valenia y de manera, casi instintiva me volvía a salir hablarle a un diario, exactamente igual que la decena de antiguos que dormitan entre cajones y trastero.

De modo que, sobre noviembre decidí probar eso de un blog para escribir sobre un teclado y esperar que de nuevo, apareciera Valenia y me saciara esa parte impulsiva de protesta, reflexión o nostalgia.

Copie varios posts del año 2019, pues reflejaban bien la naturaleza de Valenia y comencé a escribir algunos mas cuando la necesidad apretaba mi pecho y necesitaba aporrear un teclado para, con las letras, mandar la emotividad a otro lado.

Pasaban los meses y veía que ese blog no lo leía más que yo cuando había acabado de escribirlo. No me importó porque no necesitaba tanto ser leída, como disponer de un formato electrónico bonito (tipo los cuadernos chulos que me pillé) pero en formato electrónico. Que no fueran únicamente hojas de word.

Y ayer, después de 5 meses con las mismas cuentas en todos los posts, es decir, 1, 0 o como mucho 3 (que seguro que eran las 3 veces que había entrado yo desde diferentes dispositivos), me vi sobre las 22h de la noche que habían ¡hasta 11 visitas al último post que escribí!, justamente al último...

Entendiendo que a ese blog no se asomaba ni Dios, ayer, después de meditar al hilo de ciertas casualidades que nos visitan cada cierto tiempo en nuestras vidas, sentí la necesidad de escribir, a modo meditación, no tanto a modo del típico post de Valenia y lo colgué del dichoso blog.

Lo hice con el pensamiento absoluto de estar haciéndolo en papel, en el diario que descansa en el cajón de mi mesita de noche. Como un lugar al que solo asoman sus antenas los pececillos de plata empadronados en mi casa. Así, no tuve ningún reparo en contar y nombrar a personas y publicaciones que nunca, con conciencia de ser leída, hubiera nombrado.

Siento ser extremadamente imperfecta, impulsiva, bastante flipada de la vida y un poquito gilipollas, pero aún con todo, me tengo cariño porque se que no hago nada con maldad, mala baba o altanería de esa que tanta rabia me da reconocer en los demás.

Se que van a continuar los posts a 0, 1, 2 o 3, según sea las veces que yo misma me lea y puede que este post de reflexión escrito única y exclusivamente para quienes quisiera que lo leyeran, no sea leídos por ellos y me quede con el vómito en este zaguán.

Al menos lo habré sacado de mis entrañas. Allí donde las cosas que no he hecho del todo bien, me carcomen y desangran.

Pues eso, que lo siento.

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