Entradas

Mostrando entradas de noviembre, 2024

Hasta siempre tierruca

Imagen
Se me han suicidado las ganas de llorar, de ahogarme con mi propio llanto, de deshacerme como tarrina de helado olvidado. Se me ha suicidado el alma sensible, se ha quedado en shock, se ha convertido en estatua de mármol blanco o gris o beige sin más modificación gestual que el fondo de mi pupila negra que mirando a la nada cambia casi imperceptible su diámetro arriesgando a quien se asome a ellas a precipitarse por un profundo y oscuro barranco. Quería despedirme de mi tierruca, sentir en mi piel la hoja de una navaja afilada despegando mi carne de los huesos hasta dejarme sin fuerzas ni vida para seguir mirándola. Mi tierruca, mi amada tierruca recién adoptada como segunda casa. Esa tierruca que emergía como milagro de la nada después de haber pasado las tierras secas y áridas del sistema ibérico. Las notas del viento del norte se repiten dentro de mi cerebro como banda sonora de estos dos últimos años de mi vida y las imágenes de esa tierra de la que me enamoré por ser el abrigo que...

Los días que me faltan para olvidarle

Imagen
No me ha quitado el sueño, ni el hambre.  Sin embargo siento ganas de llorar cada vez que traigo a mi recuerdo su imagen. Han pasado cuatro días y todavía no he podido hablar de lo sucedido con nadie que no sea mi madre, a la que le oculto mis terribles ganas de llorar, con la que utilizo el tono de humor para enfrentarme a este puto abismo al borde del que me encuentro. De modo que no he podido expresar mi pena, ni mostrar mi llanto, ni encontrar otras interpretaciones para lo que me ha pasado, excepto las mías. Estos tres días en el curro he tenido que sonreír como si dentro de mi no hubiera habido un cataclismo, un puto tsunami, un huracán de escala mil que me ha dejao sin un leve aliento al que agarrarme. Y juro que había momentos en los que entraban compañeros por la puerta y cuando me bromeaban, preguntaban que qué tal o hablaban de que les despertó la tormenta, me daban ganas de ponerme a llorar y decirles ¡vete a la mierda con la puta broma!, estoy que no me encuentro dent...

Por fin me he hecho mayor

Imagen
Me quedo mirando a la nada durante largos minutos y lo hago porque en realidad estoy mirándome hacia dentro, muy dentro, allí donde anidan imágenes, timbres de voz ausentes, tactos que se han quedado a vivir en mi piel y todas las cosas bonitas que merece la pena guardar y recordar. No siento rabia, ni rencor, ni desaliento, ni autocompasión. Ni me miento, engaño o encubro la realidad para hacerla más malvada, porque sencillamente no lo es, porque cuando las cosas suceden es porque no estaban cómodas tal y como se encontraban y no hay nada mas saludable que dejar ir, como animal salvaje en libertad a aquello que se siente atado por algún lado. Me sorprendo a mi misma con diálogos interiores tranquilos, calmos y positivos que me cogen de la mano y no me sueltan, hora tras hora, para acompañarme en estos días de inusitada actividad cerebral en que me veo inmersa . Creo que, por fin, como me diría mi madre, me he hecho mayor. He empezado a descolgar marcos de fotos, guardar figuras y ...

Cavé una profunda tumba

Anoche huí de mi propia casa, como quien se fuga de su celda, solo que no tenía guardianes apostados en mi puerta, ni habían fusiles, ni subfusiles apuntándome desde torres vigía, ni ventanas indiscretas. Corrí debajo de la tormenta desatada frente al Mediterráneo como orquesta perfecta para mi compungida cabeza. Hundí mis pies en el barrizal que se estaba formando bajo la ladera del monte situado justo detrás de mi casa y como el más bruto de los legionarios en sus circuitos a vida o muerte luché contra barro, viento y agua azotando en mi cara para subir a la cima, allí, donde enraíza profunda y en quietud, la más hermosa encina de entre todas las encinas. Llegué exhausta entre truenos y aguaceros, mezclando el torrente de mis lágrimas con la lluvia que empapaba mi cara. Y cavé, cavé y cavé una profunda tumba en la que depositar mi amor por él, todavía latiendo fuerte y con contundencia. Lo arrojé al fondo, en el que ya se había formado un charco oscuro de fango y estrellas reflej...

No tengo lacrimal para tanta ola

Ha puesto el listón muy alto, porque la puta barra que tenía que saltar la había tenido siempre tirada en el suelo, junto a la colchoneta esa alta y molluda llena de tierra y polvo que andaba siempre descolorida, de tan jodidamente estática, que le había tocado vivir. Ya no me valdrán breves arrumacos, ni sonrisas teñidas de lascivia mientras me dicen te quieros impostados, escuchados al apuntador o leídos en esa pantalla que siguen los presentadores del telediario de la uno, de la dos o de cualquiera de las otras mierdas de cadenas. Ya no me tragaré juanolas con mujer de su vida, ni canciones de Jhon Lennon como bolas de cristal para coser calcetines colgadas en la pared de enfrente de mi habitación. Hoy no creo en nadie, ni siquiera en mi. Una yo que cree morirse cada vez que en verdad se muere, pero que resurge de sus cenizas como el puto ave fénix y ya no sabe si en verdad murió o ha sido puto pez fuera del agua siempre. Estuviste cerca Valenia, esta vez estuviste cerca, pero d...

Un colmillo a medio milímetro de mi yugular

Siento como mi cabeza va acercándose inexorablemente hacia la boca abierta y las fauces tremendamente afiladas de esa hija de puta llamada muerte. No voy a morir de golpe, lo voy a hacer poco a poco, desangrándome por cada una de las incisiones cortantes y profundas que van a ir desgajando mi piel, mis músculos, mi grasa como si de una maldita barra de pan recién horneado se tratara. Siempre fue difícil, pero lo hacíamos fácil, porque todos sabemos que querer es poder y nosotros podíamos, joder, podíamos. Pero las ganas de querer hace un tiempo que empezaron a marchar, que comenzaron a hacer sus maletas en sigilo, supongo que entre café y café. Así, como quien no quiere la cosa, marchaban escaleras arriba con la excusa de ir a hacer un pis y en realidad se metían en la habitación con la puerta entornada y a pocos iban metiendo en la maleta su ropa interior, sus pañuelos, aquellas bermudas que tan buen culo nos hacían y algún que otro beso para llevarlo de recuerdo y en las noches de in...

Luchadores por la libertad

Creo que estoy embarazada a perpetuidad, he engordado un kilo setecientos gramos y no dejo de emocionarme y llorar desde ayer cada vez que veo o leo algo que me toca ahí dentro, donde esperan, como en línea de salida, agazapadas a la espera del gong de rigor, mis emociones. Ayer fue la serie de a dos metros bajo tierra que me estoy zampando a razón de dos capítulos por noche, antes de irme a dormir. Los diálogos no son banales, te hacen reflexionar de la hostia y ayer tocaron el tema de la vida y la muerte con especial fruición e intensidad y no pude evitar las lágrimas ahí sentada en el sillón, con mi casa a oscuras y un tremendo silencio en rededor de mi. Hoy al levantarme ha sido el relato escrito de los tripulantes del Open Arms, de su dura odisea a bordo de ese barco, de lo grande que tienen el pecho estos socorristas, sanitarios, periodistas, marinos. Del gran esfuerzo de inventiva del que tuvieron que echar mano durante esos diecinueve días para que la desesperación no subie...

Tenemos que hablar

Cuando el amor me cabía en la mano, no por pequeño si no por enormemente especial. Tenemos que hablar...¿en cuántas películas reales y de ficción se nos encogen las meninges con tan solo pronunciar o escuchar la frasecita de marras? Yo la he pronunciado hoy y es como si activara un botón dentro de mi, del tipo ¡mierda no hay vuelta atrás!.  Pero como el tipo del botón de Chernóbyl, había que intentarlo, aunque en el intento se fuera todo a la mierda como efectivamente se fue. O todo o nada, o medias tintas para siempre y ni se colorea él, ni me coloreo yo. ¿Porqué nos da tanto miedo hablar? Tal vez porque hablar y llegar a acuerdos comporta cambios y los cambios nos dan miedo, pero en el miedo una se estanca, como lo haría en una ciénaga y los miembros acaban entumeciéndose y puede llegar el día que aunque los saques ya no te sirvan para andar ni para sostenerte. Caminante no hay camino, se hace camino al andar. Pues hay que andar y salir de la ciénaga, aunque el refranero español ...

Ríete tú del chulo de Tarantino

Hoy he despertado con la punta del sueño en mis retinas y con un pie en el suelo y el otro todavía en el lodo de esa tierra inestable por la que divago en sueños, he intentado dar sentido a esas historias oníricas que parecen sacadas de la única vez en mi vida que probé el LSD. Tengo una directora de cine dentro de mis neuronas que ríete tú del chulo del Tarantino, peazo guiones se gasta la tía. Cualquier día me pone a hablar en suajili o me calza alas en los pies como no se qué logo de bebida cafeinada y me hace replantearme a qué hostias de especie animal pertenezco. Dicen que situaciones tensas o el propio miedo son el refrigerio preferido de esta peculiar directora y en estos tiempos calurosos del veranito, la tía se me debe de estar poniendo fina, a base de chupitos helaos o directamente pintas de miedo, angustia o tensión por un tubo, de la que a menudo no soy ni consciente. Así que esta noche la tía me ha metido en una peli que ni el Hitchcock con sus pajarracos bajando en p...

Cargarme de queroseno para arder

Otra vez a empezar de cero me horroriza, me da puto asco, se me revuelven las entrañas tan sólo con pensarlo. Otra vez a cagarme en mi mala suerte, a pensar no sé qué hostias de destinos porculeros que te vienen a buscar una y otra vez para invitarte a tomarte una birra a la barra, una y otra vez, una vez y otra vez más. Que no joder, que no quiero irme contigo a la puta barra, ni al otro bar de la esquina, que no joder, que estoy hasta el mismísimo y más allá de andar como peonza ahostiándome contra los interminables bordillos de piedra. Otra vez a coger carrerillas infinitas para lanzarme al vacío, hayan los cien mil metros de altura que hayan.  Otra vez a querer cargarme de queroseno para arder y ser puta antorcha que alumbre, queme y de vida. Estoy cansada...estoy tan cansada... Y no quiero ser plañidera de mí misma, no quiero ni una jodida lágrima rodando por mis mejillas, ni que me quiera llorar por dentro, desaguando por mi garganta. No quiero, no puedo, no permito cons...

Emoticono de ausente

Mi niña me dice que ponga una cara contenta, mientras va haciendo su circuito de patines delante de mí.   Se ve que el emoticono que debe mostrar mi cara es triste, de mal humor o emoticono ausente que todavía no sé si lo han inventado, pero de no existir, para definir una emoción bastante presente en mi últimamente, deberían colocarlo ahí, entre tanta bola amarilla con ojos. Mi suerte o mi desgracia es que soy excesivamente solitaria, es como si yo misma tirara de mí con una gruesa cuerda trenzada y me supusiera un esfuerzo enorme salir de mis cuatro paredes para relacionarme socialmente. Entre salir a compartir risas o adentrarme en un bosque plagado de vida, pero solitario de humanos, con una silla plegable (si chavalería, la que escribe ya tiene más de cuatro décadas en toda la arquitectura sobre la que se apoyan sus nalgas y cuando se sienta en una roca más de diez minutos le duele hasta el último pelo de la coronilla, al osar desencajar los huesos del culo, de esa generosa pi...

Ya he pasado por finales de curso

Ya he pasado por finales de películas, de libros, de amistades, de modas, de discografías, que llegan a hastíar de tanto haberlas rayado. Ya he pasado por finales de curso, de ciclo, de carrera, de infancia a pubertad, de pubertad a adolescencia, de adolescencia a juventud, de juventud a madurez o como quiera que se llame esta época por la que ando. Finalicé decenas de veranos y conté los días que quedaban para finalizar mis últimos exámenes cada mes de junio. Pero nunca te llegas a acostumbrar a este tipo de finales, los que no son de película, los que nadie narraría, ni siquiera para novela de drama, pues el drama apuntala única y exclusivamente en tu corazón o en no sé qué porción de esta masa gris que llevo por montera. Me quedo absorta mirando el ventilador como gira, gira y gira mientras alivia mi epidermis que pugna a cada minuto por brotar sudor como una fuente. Con mi mente abstraída, siguiendo el movimiento de las aspas, pienso que yo también voy a seguir girando, girando y g...

Desagüe de descarga emocional

Se me han ido las ganas de escuchar su voz. Se me han suicidao las ganas de ser la empática, comprensiva y buena que todo lo comprende, que minimiza, que emplaza y espera a no se qué hostias. No quiero seguir siendo rehén de sus caprichosas emociones fluctuantes, que lanza como látigos contra mí, sin tener un mínimo, ínfimo, ridículo pensamiento condescendiente hacia mi. Durante semanas es capaz de mostrarse frío, distante, escueto, hastiado, obscenamente silencioso y de pronto, cuando a su vida vuelve la luz de manos y situaciones ajenas a mi, vuelve un tiempo de simpatía, comunicación más afectuosa, alegría y mayor comunicación. Que quieres que te diga, me he cansao y me revelo contra lo injusto, lo parcial, lo egoísta. Me he cansao y ahora mismo me dan ganas de mandarlo a la mismísima mierda y que me venga con que yo soy así porque el mundo me ha hecho así, ¡no te jode!... Sé muy bien que no quiero volver a ser desagüe de descarga emocional, donde quieran vacíar sus mierdas, que...

Languideciendo

"Por favor, cuéntame todo con ligereza, incluso tu tristeza." Patricia Cavalli Mi mente se está empezando a nublar, lo noto por el desorden que tímidamente empieza a imperar en mi casa. Y no me gustan los pasos que se dan hacia atrás, me acojona si quiera imaginar nuevos estados de apatía que me paralicen, como hace años, pegada a la nada en vez de a la vida. Se me amontonan los trastos, el polvo depositado sobre muebles, puertas y ventanas, se me amontona la ropa sucia sin lavar y las ganas de peinarme. Una suave capa de miedo encera mi piel sin lustre, brillo, ni texturas suaves. La vuelve mate y ceniza como el conjunto total de su dueña. No quiero que mi estado de ánimo dependa casi en su totalidad de esas descargas eléctricas que me empeño en creer que solo el amor puede darme. Quiero aprender a ser feliz en mi soledad, sin necesidad de sentirme querida por alguien ajeno a mi. Pienso en cómo poco a poco las personas al envejecer se van despidiendo. Algunas sufren el suici...

Velatorio

En ocasiones siento que lo estoy velando a la cabecera de su cama, que de pronto susurro como oraciones siseantes e ininteligibles y si me abstraigo soy capaz de sentir hasta un rosario entre las manos con sus bolas minúsculas y perfectamente redondas que me ayudan a volar en su deslizar por mis dedos hacia otros tiempos más lejanos. La fe religiosa ha generado guerras, asesinado cantidades ingentes de almas buenas y arruinado vidas en su afán por decidir qué caminos son correctos y cuales no. Yo no siento ese tipo de fe, la mía es un tipo de fe guerrera, sin armas, cabezona, constante, que trata de pintar arcos iris como consecuencia de cielos muy nublados. Que ve luz entre tanta sombra y que ni con una orden de deshaucio claudica, a no ser que sea la propia casa la que con un gesto silencioso, simple y educado me abra su propia puerta, de par en par, para que salga. A ratos salgo y entro del velatorio.  Veo, escucho, siento al cadáver tan cerca de mí, que en ocasiones pienso que ...

Jardín de vertedero

Cómo aprendemos a gestionar las emociones, que a veces, en el intento, nos llevamos a medio entorno por delante, como un toro desbocado, como un jabalí que va de huída, como una abeja acojonada ante tus manotazos que decide clavar su aguijón aunque con ello muera. Me siento delante de esos manotazos, de esa espesa arboleda que se mueve violentamente y que anticipo en la trayectoria de ese cerdo peludo y cabreado y por último, en esta fábula de animales escogidos, me siento huyendo escaleras arriba en mi casa vieja de pueblo , como en tantas de mis pesadillas, huyendo de un toro que no sé cómo hostias, ha conseguido entrar por la puerta. De pronto su voz me suena queda, hueca, escasa y detecto que un huracán debe de haber pasado por su cabeza y en el desastre anda encorvado, ensimismado en sus cosas, intentando recomponerlas o al menos entenderlas, para poder volver a ensartar su particular puzzle. Y en ese jardín de vertedero, en que se convierte su cerebro, ando metida yo, entre ...

Cuentos inverosímiles

Tuve una alcahueta dentro de mi, una buscavidas, una cuentista, una ilusa, una imaginativa joven con ínfulas de escritora de novela romántica...¡¡qué digo!!, romántica no, ñoña a rabiar, a morir, a matar... Varias cartas manuscritas y un empecinamiento pseudosuicida a la hora de fijarme en los chicos que me molaban, me llevaron a colgarme de su recuerdo como se quedó Enrique Urquijo, colgado de un cuadro en su pared. Y solo a base de hostias, que dolieron infinitamente más que las físicas, me despegué de su pared y el golpe ha quedado como un eco sordo y continuo en mi costado que me recuerda y recordará mientras viva, que el poder de la imaginación es tan sumamente hijo puta y traicionero que es capaz de contarte los cuentos más inverosímiles y hacértelos creer con más certeza que las horas de sueño que te calzas. Sentí miedo, angustia, arcadas empujando desde la boca de mi estómago y una impotencia absoluta de no poder cogerme, como en las pelis, por la base de mi barbilla y emp...

El patchwork que mejor te definía

Echo de menos tus hazañas de 850 kilómetros, tus llamadas a media noche ululando como el viento que ya estás aquí. Echo de menos mis sorpresas, mi primer vuelo acojonada, pero drogada hasta la mismísima médula con un chute endógeno de adrenalina made in me. A mis cómplices distrayéndote y a mis manos rodeando tú cabeza cual antifaz de falanges pequeñas que identificaban el sexo pero no a su portadora. Echo de menos tu iglú, de tela naranja como el mejor de los techos bajo techo en medio de tu comedor. Esa luna redonda y brillante que bajaste de la “nube” para ver en tu televisor, con una suave melodía de fondo, mientras brindábamos con mimosas y el chocolate de los ferreros de imitación hacía nuestros besos más dulces. Echo de menos las cajas enormes de cartón, repletas de retales tuyos del pasado, que aunando, conformaban el patchwork que mejor te definía, el que mejor te retrataba. Echo de menos que me sorprendas más, que inventes un juego de cartas para mí y me mandes una mano e...

Metamorfosis

Ya no peleo contra mi destino y siento como si mi cuerpo se dejara abrazar por él sin hacerle más preguntas, ni dedicarle improperios, ni gritos, ni vete a la mierda, que tantas veces le he dedicado. Ya no me escucho durante segundos, ni siento mi piel desnuda como un campo fértil al que no acude ni una mísera porción del sudor que pudiera hidratarla como desearía. Tal vez he llegado a esa hamaca de cuerdas trenzadas que siempre colgó de ramas robustas a ramas robustas, acompañada de un paraje verde, azul o amarillo, bajo un cielo inmenso y un silencio que consigue relajar mi pulso al segundero del reloj viejo de cualquier cocina. Presto mi vena para extraer de ella toda la calma chicha que pueda encontrarse y llenar con ella otras venas con sangre alterada, ofuscada, obsesionada, enlutada, enrabiada, con índices tan altos de cortisol que sus dueños o dueñas ya no sepan ni reconocerse en el espejo. Mis retinas andan escrutando mucho más mis contornos, lo que me rodea, lo que me cobija,...

Haciendo el muerto panza arriba

El tiempo ha pasado con inusitada rapidez. No se ha detenido, ni ha remoloneado en ninguna de sus esquinas, para dejarme disfrutar de esos momentos que uno ansía detener en un pause continuo. No se de qué color pintarle la cara a mis días venideros, si verdes, azules o colorados. El caso es que estoy inmersa en una especie de mar en calma, haciendo el muerto panza arriba, flotando con ayuda de la sal, cómoda, como si anduviera sobre el mejor de los colchones y me siento liviana, relajada y no vienen a mi más peros, ni “y sis”, ni qué me puedo dar que no me hunda. Tal vez mis momentos de pesadumbre y negatividad me han ayudado a relativizarlo todo de una manera práctica y reflexiva y miro al frente con ganas, otorgándole a cada uno de los múltiples caminos que puedo visualizar un cartelito con todo lo bueno que cada uno de ellos me puede dar. Ya no hay pozos, ni tierras movedizas, ni ays que me muero de pena, pues como bien decía mi yaya todo tiene remedio excepto la muerte. Y despu...

Salvarme a mi misma

Un leve, pero persistente y continuo zumbido llega hasta a mí desde la corteza terrestre que ando pisando. Mi mundo se desquebraja bajo mis pies de forma lenta, pausada, rítmica, sin permitirme siquiera las pausas que la naturaleza nos dio para dar vida, entre contracción y contracción. A penas puedo respirar sin sentir un ahogo que me roba el aliento, que me resta la vida. No quiero que implosione mi corazón con un sordo estruendo y que nadie, salvo yo, vuelva a ser testigo imprescindible de una profunda destrucción dentro de mi. No quiero volver a construirme una vez más desde los cimientos, vuelta a empezar una y otra vez, una y otra vez. Quisiera salvarme a mí misma de esa debacle en que se convierten mis restos, como tablas de un barco que flota a la deriva, en mil y un maderos, troncos y telas flotando sin rumbo, ni manos que consigan unir, todo ese ente abstracto en algo viable y parecido a lo que fue. Pero me falta energía, cuentos con moraleja al oído y horas de sueño, mucho s...